Simplemente ganas

Simplemente, ganas

El hombre es el ser que siempre se pregunta ¿por qué? y las reflexiones y respuestas a esa pregunta se han convertido en religión, filosofía, ciencia, noticias e incluso arte. Pero -siempre hay un pero- el arte escapa a toda lógica, en ocasiones la única respuesta sincera es un simple y llano ME DA LA GANA, no más -aun cuando también eso sea teorisable-. Uno de esos peculiares casos se da en la obra de Eduardo Lozano, donde la pintura sin pretensiones de “intelectualidad” es dimensionada en todo su valor per se.

Preguntas y respuestas conviven en un “ahí” y eso no es una postura filosófico-conceptual; de este modo de manifiesta su ser artista, en el simple enfrentar la realidad sin retorcerla ni intentar arrebatarle el misterio que reside en su simple “desnudes”. Muchos abanderados a ultranza de la postmodernidad verán en la obra de Lozano una traición al espíritu del arte contemporáneo, pero no hay obra más transgresora que la que desafía todos los estereotipos de una época. No es moda, únicamente fidelidad a una pasión -romanticismos aparte-.

Eduardo Lozano es un obrero del arte, día a día hace su obra y eso lo hace feliz. Visita exposiciones, habla de arte, lee libros, escribe, pero esto no lo define, es parte del, pero no es él. Él es simplemente el tipo que pinta, que deja que su obra fluya libre, no se amarra a lo pre-establecido ni si quiera por él mismo. Hacer arte no sólo es su pasión sino que lo asume como oficio, sea rentable o no. Por sus lienzos, dibujos, acuarelas y grabados deambulan los coloridos retratos de sus amigos -y otros que son simplemente rostros-, paisajes -en ocasiones con alegorías sexuales-, yerbas -buenas y malas-, balseros, vírgenes, santos y miles de escenas cotidianas y vulgares que no pretenden ser sacralizadas.

Lázaro Estrada Tamayo